Juntando Sombras
Hacer Luz…
Es tan largo el tiempo de lo mismo. De lo mismo, de lo mismo… De ese peladero sin árboles que te rodea. Y que nos ha tenido sitiados, siglo tras siglo. Que me hierve la sed de día. Y la sed de noche. Un peladero detrás de otro. Varias vidas seguidas sin bosques, sin vegetación, sin césped, sin yerbas. ¡Tanto color de estepa urbana! ¡Tanto desierto lejano en la ciudad! Que te muerde toda la silueta, sin cesar. A cada paso… La sequedad era tabaco. Era humo seco, gas, marihuana, cualquier cosa. Algo que fue aire para darle de comer a mis pulmones. Más de noche que de día. Más de sombra que de luz. Más de sociedad que de uno mismo. O de pura sociedad, que da igual. La sequedad vacía, retorcida en humo. Humo bronquial. Escozor de vida, a pleno pulmón. ¿Por qué no, si todo es cemento cuadrado, rectangular, duro, hecho de aristas y cantos de cuchillo? ¿Si cuando salgo piso latas, puchos olvidados, plásticos inmortales eternizando la calle, alimentos inútiles que no revivieron nada, ciudad aconchada en mis pies, maloliente y desechable? ¿Por qué no, si la luz me llega pálida y mezquina por entre los visillos? ¿Si el cielo de todos se carga de nubes, de carbonos y de smog? ¿Si la soledad me rodea a cada rato como camisa de fuerza, aun en el rincón más íntimo de mi propia casa?