Como un perro. Nos encontramos un niño en la playa, lejos de la orilla, que escarbaba en la tierra y enterraba objetos. Objetos sin valor. En un agujero muy pequeño, que tapaba después con un montÃculo. El niño salió corriendo y no ha vuelto.
Construyó un cobijo, orgánico, animal. Que yo decidà borrar después para que no quedara huella.
Desde entonces construimos vacÃos en la tierra, o en el aire. A veces los dejamos vacÃos, a veces los llenamos de objetos o de silencio.
Pero los tenemos que medir exactamente, es el problema de ser un animal, que tienes que adaptarlo a tu cuerpo, exactamente al cuerpo, aunque a veces se quedará vacÃo. La madriguera no tendrá espacio perdido. Lo mido con cordeles que robamos y cortamos, de diversos colores, algunos se están deshaciendo asà que seguimos buscando.
Dos con catorce metros cuadrados no cuadrados, es difÃcil precisar, pero hay que hacerlo, porque quizás no quepa el sonido que tenÃamos preparado. Después lo desplazamos, a veces lo cerramos, lo miro desde todas las perspectivas, salto, lo miro de lejos y lo borro porque tengo que marcharme de nuevo. Mediremos lÃneas y no superficies, lo he pensado hoy: dos metros, y dos diagonales, no necesitaré más. Al vacÃo lo llamaré Z y los iremos numerando, ya llevamos z2046.