Xavier Gómez

En la década de 1980 cursé estudios de Fotografía impartidos por Manel Ubeda y Joan Fontcuberta en CEI, Centro de enseñanzas de la imagen y de Arquitectura en la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de Barcelona.

Durante el período comprendido entre los años 1988 y 2001 me dediqué exclusivamente a mi trabajo como arquitecto y a partir del año 2002, decidí retomar nuevamente mis estudios de fotografía. Tras una segunda etapa de formación autodidacta en la que fotografía y collage transcurrían por caminos paralelos, me dediqué a profundizar en ambos campos y decidí iniciar una formación a la medida de mis inquietudes, asistiendo, entre otros a los seminarios impartidos por la Fundación Joan Miró de Barcelona en torno a los maestros del collage de Picasso a Rauschenberg. En 2009 fui invitado por la Fundación Robert Rauschenberg al memorial celebrado en recuerdo de R.R. en el Peggy Guggenheim Collection de Venice y a mi regreso proseguí con mis estudios asistiendo a diferentes seminarios sobre fotografía entre los que cabe destacar los impartidos por Gervasio Sánchez, Rosa Olivares, Alberto García-Alix, Chema Conesa, Mattia Insolera, José Manuel Navia, Pau Maynés, Cristina García Rodero, Javier Vallhonrat, Eduardo Momeñe, Pierre Gonnord y Rafael Doctor Roncero, paralelamente me dedique a estudiar y contemplar la obra de grandes retratistas por los que me sentía muy atraído entre los que se encuentran August Sander, Irving Penn, Richard Avedon, Peter Lindbergh o Alberto García-Alix por citar algunos.

A principios del año 2011 inicie un trabajo personal en torno a la temática del retrato titulado “Distancias Cortas” en el que me he dedicado a retratar a aquellas personas que se encuentran en los lugares que suelo frecuentar, a día de hoy se han realizado más de 1400 retratos y el proyecto sigue su curso. Sobre dicho trabajo se ha editado un libro que recoge una amplia muestra de los retratos mas representativos de esta serie, entre los que se encuentran algunos de los expuestos estos últimos años en Barcelona, Valencia y Madrid.

Es muy difícil por no decir imposible pretender mostrar algo nuevo en la temática de retrato que no se haya realizado nunca antes, por este motivo este trabajo se centra en aquello que nos une y diferencia de los demás, nuestra propia mirada, la capacidad de mostrar aquello que solo uno es capaz de percibir, aquello que suele definirse como acto fotográfico y se encuentra estrechamente ligado a una experiencia existencial, un estado en el que las emociones, la intuición y la razón dictan el camino a seguir, un lugar donde se entrelazan los conocimientos, las vivencias, los temores y anhelos que cada uno de nosotros poseemos, lo importante de un retrato es la persona, aquello que proyectamos y en contrapartida recibimos del sujeto. Retratar y ser retratado implica darse el uno al otro, de lo contrario no hay retrato.

GALERIA-XAVIER-GOMEZ

Una persona que hace fotos
Fernando Peracho

Recuerdo que conocí a Xavier, con motivo de una exposición celebrada en la galería especializada en fotografía que dirijo, a diferencia de muchos de los asistentes al evento no se presentó como fotógrafo, sino como una persona que hace fotos. Con ese juego de palabras, me demostró una modestia que le honra y en la que he podido ahondar a medida que nos hemos ido conociendo. Xavier es ante todo buena gente y una persona que hace muy buenas fotos, en concreto muy buenos retratos.

Poco a poco nos hemos ido conociendo y hemos hablado de su proyecto titulado Distancias Cortas, un trabajo que tiene como hilo conductor el retrato. Yo le comenté que es uno de mis temas preferidos en fotografía y después hemos tenido oportunidad de charlar de los grandes maestros del retrato a lo largo de la historia, Richard Avedon, Irving Penn o August Sander a nivel internacional y Virxilio Vieitez o su idolatrado García Alix entre otros a nivel nacional.

Xavier es un fotógrafo compulsivo, eso me gusta, creo firmemente que la fotografía es una pulsión, un estado en que todo gira alrededor y por la fotografía y Xavier habita ese territorio. A Xavier le adorna una timidez encantadora, se lo noté el primer día que lo conocí, yo también lo soy pero con el tiempo lo he ido maquillando.

A veces hemos formado tándem: le he presentado personas que él luego inmortaliza con su cámara, algunos de los cuáles podéis ver aquí.

Para finalizar una cosa os diré, es un trabajo hecho con cariño, respecto y valentía y a ti Xavier, te diré, que vas por buen camino, congelando estos pequeños retazos de la vida.

 

Las manos del cazador
Rafa Badia

Bajo la apariencia de un hombre tranquilo de mediana edad, padre de familia, habita un cazador, siempre en guardia, dispuesto para cobrar una pieza. Xavier habla con tono pausado, sin grandes aspavientos ni palabras grandilocuentes. Atento y cordial, parece más interesado en escuchar la opinión ajena que en hacer valer la propia. Pero un detalle lo delata: cuando expone o escucha una idea, el interlocutor puede advertir cómo le está escrutando el rostro. Con la misma atención, Xavier estudia el movimiento de las manos, si se sienta con la espalda erguida o los hombros cargados. Es después del rápido análisis visual cuando este arquitecto en excedencia deja aflorar al fotógrafo que lleva dentro y, como quien no quiere la cosa, propone hacer algunos retratos. Llevado por la sorpresa, la curiosidad o el halago, el sujeto de deseo gráfico casi siempre se aviene al juego del cortejo con la cámara.

Las sesiones fotográficas de Xavier son breves, duran apenas unos minutos. La primera tarea es elegir el fondo, generalmente neutro, que enmarcará la figura del retratado. Tras algunos ajustes de cámara se iniciará una danza en la que Xavier, como si fuera un bailarín experto, indica los pasos que ha de seguir su acompañante. Propondrá gestos con frases cortas y tono amable, pero sin vuelta de hoja: “no te muevas”, “gira la cabeza”, “mira a cámara”, “tómale de la mano”.

El modelo, tanto da que se trate de una alma ingenua o un lobo con piel de cordero, accederá a todas y cada una de las sugerencias. Y lo hará fascinado, observando cómo el fotógrafo evoluciona a su alrededor con gestos rápidos y precisos, parecidos a los de un maestro de artes marciales. Su mirada, intermitente, aparece y desaparece tras la cámara. En realidad son sus manos, (o mejor decir cómo las mueve para manipular la cámara, señalar algún punto o ajustar una posición del modelo) las que hipnotizan a quien posa frente a su cámara. Xavier no es uno de esos fotógrafos que se resisten a compartir su trabajo reciente. Muy al contrario: a través de las redes sociales muestra las fotos a las pocas horas de realizarlas, primero en privado y, ya aprobadas por los modelos, a una amplia comunidad fotográfica.

Él sólo da a conocer al público general su selección de las mejores imágenes, que no siempre coinciden con las que más agradan a los modelos. En esto Xavier es insobornable: no pretende halagar, sino reflejar la esencia de las personas, por lo que sus retratos no son condescendientes. No pueden ni deben serlo, ya que su tarea es, paradojas del oficio, mostrar lo oculto, la matriz del sujeto, contando para ello sólo con la captura de la apariencia y el gesto.

Al mirar sus fotografías, quien escribe estas líneas (uno de los incautos que se ha dejado retratar) se acuerda de la anécdota en torno al retrato de Gertrude Stein realizado por Picasso. Como la escritora no encontraba el parecido entre ella misma y la obra del artista malagueño, el pintor, algo molesto, zanjó la cuestión asegurando que, con el paso de los años sería la propia Stein la que terminaría asemejándose a la figura del cuadro. El tiempo le dio la razón al genio de la pintura. Lo mismo, creo, nos pasará con las fotografías de Xavier Gómez. Éste será el privilegio de un fotógrafo que hoy se arriesga en la búsqueda, como buen cazador que gusta de las distancias cortas y dispara, física y emocionalmente, a bocajarro.

 * Textos del libro y la exposición de Xavier Gómez «Distancias cortas».

www.gomezisart.com

 

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