Jesús Ubera

 

La vida es puta, a veces es una putada, a veces es maravillosa. Y el tiempo es como el cabrón que reparte siempre las cartas. Llevo años, desde el 2000 ,viendo fotos de Jesús, en exposiciones, en blogs, en revistas y también sobre mesas esparcidas, colocadas sobre el suelo, recién levantado, cargado hasta más no poder a mitad de noche, después de una comida agradable… Tiempo e imágenes y un fotógrafo que se va dejando rastros. Esa es mi experiencia con Ubera y desde ahí puedo contar.

Y la putada es que no haya más cartas, que no pueda haber otros palos, otra numeración: yo creo que de eso van las fotos de Jesús Ubera. Y también del valor de la ilusión de si las hubiese, del valor del que ve luz donde los demás vemos planicie. Esto último es más el comienzo de las fotos de Jesús, un chaval de la Alameda de Osuna, un barrio medio bien de las afuera norteñas de Madrid, que no fumaba, que no bebía, que hacía deporte como un loco y que iba de redacción en redacción de revistas fashion y no fashion enseñando unas fotos deslumbrantes. EHHH cuidado con los adjetivos. Deslumbrante, palabra con campo semántico contradictorio, como todas. Las fotos de Jesús eran descarnadas y al mismo tiempo puras y trascendentales, bajo una mirada llena de influjos londinenses veías a un fotógrafo capaz de fotografiar una spontex en un fregadero metálico con la intención y la capacidad de estar mostrando otra cosa, otra manera de mirar los objetos… Muy Tilmans decían en las redacciones, valga aquí una aclaración para quien lea esto: me la tocan Tilmans, Teller, Erwitt, Goldin, Unwhert, Olaf, Newton o su puta madre. Pretendo hablar del trabajo de Ubera sin referentes, intentando explicar lo que me pasa y creo que pasa con las fotos de Jesús.

GALERIA-JESUS-UBERA

 

Ahora Jesús está en Londres, nunca entendí qué busca en esa ciudad, siempre vuelve a ella, aun pasándolo fatal, siempre vuelve a ese lugar con trabajos de mierda, asido a una bicicleta de arriba abajo en un continuo sin sentido. Pasaron las épocas de drogas, raves y tonterías y Jesús sigue volviendo. Creo que para él es una distancia, un lugar donde mirarse y retarse para salir palante. Yo con las tres calles del centro de Madrid me pierdo, en tragaperras, en barras llenas de intenciones, en cuestas nunca muy largas.

Bueno, por dónde iba. Las fotos de comienzo del XXI de Jesús no solo me deslumbraron a mí. La industria reconoce al instante el vigor y la fuerza de lo nuevo, de lo no tocado, de lo hermoso por no manufacturado y no manido. Jesús trabajó para todos, para el Dazed, para El País, para el Neo 2, le pedían campañas de publicidad en los grandes bancos, en las empresas de telecomunicaciones… Y ahí iba él, sacando fotos a doquier, se juntaba vida y actitud en sus fotos, algo muy valorado por la industria, la vida es oro para la maquinaria de muerte. Jesús con la cámara en Madrid, calle arriba, bar abajo, fotografiando momentos y espirales, gestos, amor, rostros.. Fue una época frenética y hermosa, y corta.

Pero Jesús afortunadamente se prostituyó, empezó a fumar, a drogarse y a transar con los sentimientos y la vida. Relaciones truncadas, el tiempo demostrando que la esperanza es eso: ilusión de un futuro por venir… Comenzó la verdadera partida a los que todos nos tenemos que enfrentar y Jesús se vino abajo, ya no le valía ese contraluz que era como el sermón de Moisés en la montaña, las palabras amor, vida, mirada, pureza, futuro, intensidad, verdad, tensión, amistad, actitud, familia, atrevimiento, paz, amplitud o profundidad comenzaron a metamorfearse.

Y cuando todo perdió el sentido estúpido de la juventud, cuando decenas de nosotros decidíamos morirnos en cotidianeidad fingida, Jesús, también desde ahí, siguió fotografiando. Pero hizo algo que creo es una de la claves de su trabajo hoy en día. Siguió confrontando las fotos que hiciera hace diez años con las que iba haciendo. Y aquello se convirtió en un diálogo consigo mismo. Jesús con 45 imágenes haciendo collages de sus fotos. Murales de 6 x 4 fotos, cuatro filas de seis fotos en horizontal, y cogía una foto del 2003 y la metía en esa composición improvisada. Otra foto de su hermana hoy en día y la confrontaba con una imagen de un mar quieto que una vez expuso en Oliva Arauna. Otra de su padre confrontada con matojos de las afueras madrileñas llenos de luz y con una foto más abajo de un edificio en esqueleto y luz blanca… Ahí comenzó un diálogo de Jesús con su propio trabajo que en muchos momentos el que miraba desde el exterior no entendía.

Jesús es muy pesado. Y una de las cosas en que es insoportable es en el amor. Generoso y capaz de vaciarse es también un cordobés venido a menos lleno de matices machistas y rencores posesivos. En sus fotos se ve esa lucha, no he conocido persona que crea más en el amor que él y es como tantos otros que conozco incapaz de aceptar lo que tiene. Esos murales portátiles de los que hablaba muchas veces estuvieron llenos de las caras de las mujeres con las que estaba. La profesión se había ido al traste, ya nadie pagaba 250 euros por una foto a cuarto de página, ahora tenías que darla gratis o como mucho cobrar 30 euros… Ya los bancos no le llamaban, ni las telefónicas, cambió el negocio y el momento socio-económico y además Ubera ya no era el mago del contraluz deslumbrante, sino una persona perdida y agarrotada. Y en esos momentos, en que compañeros suyos de generación se especializaban, Jesús se empeñaba en hacer murales de las miradas de su amante. Todos los entendidos le decían que no, que debía tener una intención en su trabajo, que debía haber una estructura y una finalidad… Entendidos que admiraban a fotógrafos que hacían siempre lo mismo: edificios en páramos, retratos de tintes flamencos, etc. Jesús continuaba con sus murales, juntando el pasado, el ansia, el amor presente que ya era ido y el deseo en sus fotos. Sin pies ni cabeza. Incluso el que escribe alguna vez le dijo que reflexionase, que no se trataba de hacer composiciones de fotos que tuvieran sentido por el montaje, pero que si tenía que haber hilos, puentes levadizos, electricidades entre las fotos que juntaba. Muchas veces sus composiciones parecían absurdas, movidas por una ilógica mermante.

Hoy me manda desde Londres estas fotos que va a mostrar en la revista. Las imprimí y como él hace las puse en el suelo de mi casa. Y me di cuenta que esos vericuetos incomprensibles van cogiendo sitio (no es la primera vez, es algo que muchas veces atisbe y otras muchas estuvo presente). Comencé a ver, obviando las caras, los sitios y las épocas que reconocía en ellas, una visión extraña, nada figurativa de este fotógrafo atípico y milagroso. La esperanza, la pureza y la capacidad de sus imágenes se han convertido en un relato nada narrativo pero creo que diáfano de la vida humana. Dudas, esperanzas, miserias, confusión y ese halito tan Ubera de que la comunión (con lo que sea) es posible.

Me pregunto ahora si Ubera es capaz de seguir viendo luz donde nosotros vemos planicie. Y la verdad es que me da igual. Lo que comienzo a ver es un fotógrafo con el ojo hecho, con un ojo desesperanzado y al mismo tiempo batallador. Las fotos de Jesús son lucha. Lucha consigo mismo y con el mundo. Y cuando las veo, esa lucha la hago mía, por que tiene mucho que ver con lo que me pasa y porque Ubera sigue siendo capaz de emocionarme más allá de la ternura y el efecto. Veo hoy sus fotos y me embarga una emoción lastrada de tiempo que nada tiene que ver con la melancolía, una emoción sujeta al cuerpo, al paisaje, a la mirada y a la luz.

Pablo Caruana
Periodista de El país y Teatron y fundador de SISMO

 

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